viernes, 16 de octubre de 2009

Paisito

Dirección: Ana Díez
Interpretación: Emilio Gutiérrez Caba (Manuel), Andrea Davidovics (Dolores), María Botto (Rosana adulta), Nicolás Pauls (Xavi adulto), Mauricio Dayub (Roberto), Viviana Saccone (Ana).
Puntuación: 7/10
Género: Drama
Países: España, Argentina, Uruguay
Duración: 84 min.
Año: 2008

Por recomendación de Jorge (al que agadezco mucho), llegué a este peli.

Paisito cuenta una historia de tantas que pudieron haber sucedido en Uruguay, y es totalmente generalizable a Argentina, Chile y Brasil, el primero de los países donde se implementó el Plan Cóndor impuesto por la CIA e impulsado por el ex presidente de EEUU, Richard Nixon.

A diferencia de otras pelis que tratan la misma temática, como la chilena Machuca, la brasilera El año que mis padres se fueron de vacaciones (ambas comentadas en todas mis pelis), o la argentina Kamchatka, que se sitúan exclusivamente en el momento del conflicto; Paisito está contada en dos planos espacio-tiempo: Montevideo en el año 1973 y Pamplona, España, en la actualidad.

Xavi es la nueva contratación del equipo de fútbol Osasuna de Pamplona. En el ocaso de su carrera, llega por primera vez a la tierra de sus padres y se reencuentra con Rosana, su vecina y amiga montevideana de aquel lejano 1973. La aparición de Rosana conlleva a una revisión conjunta del pasado, intentando escudriñar cada detalle para comprender qué sucedió con sus padres, con los vecinos, con el país.
En el reencuentro se reavivan amores y odios. Atraviesan momentos de rencores, se cobran facturas pendientes y evocan el pasado con un tinte nostálgico, entre risas y complicidades. Con este recurso, Paisito narra los días de la niñez de Rosana y Xavi, previos a la dictadura, lo que provoca la división de la trama en los dos planos cronológicos antes mencionados.
A partir de ese momento, la peli se centra casi completamente en 1973, y esporádicamente recurre a injustificadas y forzadas escenas en el plano del presente.

Así que nos vamos a 1973, por cierto, Paisito cuenta con una muy buena reconstrucción de época. Xavi y Rosana pertenecen a familias que viven en casas vecinas y tienen una muy buena relación. Xavi es hijo de Manuel, un zapatero republicano que emigró a Uruguay junto a su esposa en la segunda posguerra española. Rosana es la hija del jefe de Policía de Montevideo, Roberto, casado con una pretenciosa mujer de alta alcurnia, Ana.

Con el marco de un clima de violencia, y a raíz del importante puesto ocupado por Roberto, sus colegas le advierten que él y su familia corren peligro (aunque creo que se comete un error de tiempos históricos en el guión, dado que para 1973 la estructura principal de los tupamaros había sido desmantelada casi en su totalidad).
Ante el miedo y las presiones constantes de Ana, las familias deciden enviar a los niños a las afueras de Montevideo como manera de protegerlos, donde Xavi y Rosana afianzan su relación y se involucran sentimentalmente para siempre.

Lo más rescatable de Paisito es que aborda los momentos previos al golpe de estado desde la visión de éstos dos niños y sus familias, que no se encuentran en posiciones políticas antagónicas, evitando caer en el estereotipo de buenos y malos, un tanto repetido en películas de temáticas similares.
Manuel, el padre de Xavi, hostigado por un pasado de muerte y terror a raíz del régimen franquista, prefiere abstenerse de participar en política; y por otro lado, Roberto, si bien tiene formación militar, respeta y cree en las instituciones democráticas, a diferencia de la mayoría de sus colegas.

Dos posiciones que retratan como muchas personas sin ninguna intencionalidad política, quedaron en medio de un clima polarizado que fue arrastrando a unos y a otros a posiciones más radicalizadas.
Quizás éste sea uno de los motivos causantes de que la mayoría de la sociedad, conformada por personas que tenían una posición un tanto indiferente ante lo que sucedía, se transformó en cómplice avalando con su silencio la tortura, desaparición y muerte de miles de personas.

Paisito plantea entender la necesidad del valor de la autocrítica, entender que el ascenso de los militares no fue casual y que el terrorismo de estado no se instaló porque sí; sino que hubo un sostenido aliento de sectores civiles y políticos que vieron y aún ven en las fuerzas armadas una herramienta para defender sus intereses.
En este sentido, en los diálogos de Paisito se incorporan algunos hechos históricos a modo de preámbulo del terrible desenlace dictatorial, aunque difícilmente un espectador no interiorizado con la historia uruguaya pueda reconocer de que se habla.
Un ejemplo es el Pacto Boiso Lanza, celebrado en 1973 entre el ex presidente y dictador Juan María Bordaberry (electo en 1971 por el Partido Colorado en elecciones fraudulentas, hecho recientemente reconocido por la CIA) y la cúpula militar, que otorgaba a los militares injerencia y poder casi completo sobre las instituciones democráticas.
Los antecedentes de este pacto pueden encontrarse en la creación del Estado Mayor Conjunto (EsMaCo) o el nombramiento de militares en ministerios y puestos públicos impulsados desde principios de los 70s por el ex presidente (también perteneciente al Partido Colorado) Jorge Pacheco Areco.
Los políticos opositores y la sociedad apenas advertían el peligro de la creciente injerencia en la política de los cuadros militares, el desprecio por la democracia, el discurso repetido que atribuía al sistema democrático defectos propios de los hombres.
Todos los golpistas contaron, y aún hoy cuentan, con la silenciosa y asquerosa complicidad de gran parte de la sociedad, lo que la hace también responsable del golpe de estado de junio de 1973.


Justo en los días previos a las elecciones presidenciales y parlamentarias en Uruguay (a celebrarse el 25 de octubre próximo), creo pertinente recordar que junto a nuestro voto podemos adjuntar la papeleta rosada para derogar la Ley de Caducidad, una especie de amnistía por la cual los asesinos y torturadores de la dictadura no pueden ser juzgados.

Ya se planteó la derogación de esta ley en un plebiscito realizado el 16 de abril de 1989 (voto verde y voto amarillo) dónde lamentablemente no se alcanzaron los votos.
Suena increíble que permanezca vigente una ley que contradice uno de los principios más sagrados de cualquier república democrática: la justicia es un poder independiente, la ley debe ser aplicada para todos por igual.

Un poco decepcionado he leído algunas encuestas que arrojan cifras desalentadoras.
Los números reflejan que no se estaría llegando al 50%+1 de los votos necesarios para derogar ésta Ley.
Quizás consecuencia de la poca difusión, en parte gran responsabilidad de todos los políticos que prefieren hacer campaña para obtener una banca en el congreso; o quizás tenga que ver con una idea que ha sido instalada por la derecha más reaccionaria; la misma que dió el golpe en el '73 encabezado por el Partido Colorado y Juan María Bordaberry; que consiste en plantear este tema como una especie de revanchismo, una mirada innecesaria hacia el pasado que aviva rencores y odios; utilizando así la falsa contraposición entre futuro constructivo y pasado vengativo.

Yo creo que es imposible construir algo sobre éstas bases de injusticia consagradas como ley. Examinar y comprender el pasado implica revisar actitudes, asumir responsabilidades, reconocer errores y aciertos; y es la única forma que tenemos como sociedad y como individuos de no volver a tropezar con los mismos escollos.
Por otro lado, mirar la historia no implica no avanzar y no construir, como suelen repetir algunos de nuestros políticos, sino que por el contrario, la anulación de esta vergonzosa ley daría por terminado un pasado nefasto de nuestra historia.


Trailer de Paisito


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jueves, 1 de octubre de 2009

Réquiem por un sueño

Título original: Requiem for a dream
Dirección: Darren Aronofsky
Guión: Hubert Selby Jr. y Darren Aronofsky; basado en la novela del primero.
Interpretación: Ellen Burstyn (Sara Goldfarb), Jared Leto (Harry Goldfarb), Jennifer Connelly (Marion Silver), Marlon Wayans (Tyrone C. Love), Christopher McDonald (Tappy Tibbons), Louise Lasser (Ada), Keith David (Gran Tim).
Puntuacion: 8/10
Género: Drama
Países: EEUU
Duración: 102 min.
Año: 2000


Conocimos a Darren Aronofsky con la brillante Pi, su ópera prima de 1999. Aún recuerdo cuando asistimos por una recomendación de no se quién a la flamante sala recuperada de Cinemateca 18, donde antes estaba el viejo cine 18 de Julio, en el centro de Montevideo.
Sólo vienen a mi imágenes esporádicas de Pi, pero que bastan para retrotraerme al momento en el que salí de la sala, aturdido, contrariado y bastante movilizado. En un momento de mi vida en que yo buscaba mi vocación (aún sigo buscándola) aquel matemático desequilibrado, va progresivamente intoxicándose por la basura de un mundo caótico que él mismo había creado. Yo pensaba que la ciencia sería mi opción de vida y de cierta forma veía reflejado en ese personaje las obsesiones y paranoias que me reodeaban en el ámbito académico de la Facultad de Ingeniería, y que medaban tanto miedo. Pero esa es otra historia.

Podemos decir que Réquiem por un sueño, la segunda obra de este director, continúa la línea del trabajo anterior, aunque con varias diferencias respecto a Pi.
En Réquiem por un sueño se retrata la degradación progresiva de varios personajes, persiguiendo con obsesión enfermiza algunos objetivos reconocibles y actuales para un público mayor, a diferencia de Pi, que quizás se enfocaba en un entorno más cerrado que tenía que ver con el ambiente matemático y académico.
No solo desde el guión se continúa la linea, también desde el modo de filmar y la fuerza que el director otorga al rubro audiovisual, utlizando algunos recursos potentes y arriesgados, como la pantalla partida, la música con un papel relevante y algunas situaciones mostradas siempre como la misma secuencia de hechos encadenados, lo que enfatiza la repetición de las mismas.

La historia se nutre desde dos mundos. Por un lado Sara Goldfarb (Ellen Burstyn), viuda, madre de un hijo único que ya no vive con ella, sin trabajo y sin intenciones de encontrarlo, un ama de casa que en el ocaso de su vida contempla el pasar de las horas entre concursos televisivos y el sol de la tarde. P
or otro lado, Harry (el hijo de Sara), Marion (su novia) y Marlon (su mejor amigo), buscan la felicidad a través del dinero fácil que pueden obtener a través de la venta de drogas en las calles de Brooklyn.

Los cuatro personajes terminan muy mal, luego de un breve periodo exitoso donde parecen hallar la felicadad completa, pero a diferencia de alguna reseñas que he leído por ahí, no creo que Réquiem por un sueño intente dar una lección moral sobre cuan mala es la droga en cualquiera de sus variantes.
Simplemente los personajes terminan como deben, no había otra posibilidad. (a diferencia de la vida real, donde los personajes podrían ser exitosos empresarios, o políticos; o por qué no, ambos, a juzgar por la aparición de algunos personajes lamentables que deambulan por programas de TV)
Hay que hacer una lectura un poco más profunda que tiene que ver con la causa de las adicciones. Parece hasta razonable que una señora como Sara Goldfarb, en una vida llena de frustración y desmotivación; encuentre en la participación en un programa de televisión su éxito personal y su ascenso social. Y con esa lógica es claro que esté dispuesta a pagar cualquier precio para lograr estar impecable el día que tenga su oportunidad en TV, por ejemplo, empastillarse para bajar de peso.
En el mismo sentido, no parece alocado que este trío de jóvenes terminen entregados a la adicción mientras que intentan concretar algún negocio que les dé la tranquilidad económica.

El tema que subyace las situaciones dramáticas antes mencionadas, tiene que ver en por qué nuestros personajes piensan que el éxito consiste en salir en la TV o concretar un negocio facil y beneficioso. Cómo es que ha logrado penetrar en nuestra cabeza la idea de que teniendo dinero o exhibiéndonos en un programa de televisión seremos exitosos. Por qué hemos cambiado nuestras prioridades creyendo que la felicidad pasa por este tipo de frivolidades.
En un mundo globalizado, en el que todos corremos atrás de esta falsa felicidad, pareciera que películas como Réquiem por un sueño pueden hacer que metamos la pausa para reflexionar y así podamos revisar el rumbo que han tomado nuestras vidas.

Cito palabras del director Darren Aronofsky:
"La causa principal es lo importante, no los métodos" -declara Aronofsky. "Lo bueno del trabajo de Selby es que éste muestra que todas esas distintas adicciones son, de hecho, muy parecidas: todas tienen como misión rellenar un agujero que tenemos en nuestro interior."

Para culminar, Réquiem por un sueño nos regala unos minutos agobiantes, que sacuden al espectador. Los hechos se desencadenan con una dósis importante de realismo crudo, sin lugar a la melancolía y a la compasión.

Con la actuación descollante de Ellen Burstyn y todo el elenco, el director Darren Aronofsky confirma su capacidad narrativa y audiovisual, con esta historia de ascenso fugaz e ilusorio y caída dura y estrepitosa.

Trailer de Réquiem por un sueño


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