Dirección: Ana Díez
Interpretación: Emilio Gutiérrez Caba (Manuel), Andrea Davidovics (Dolores), María Botto (Rosana adulta), Nicolás Pauls (Xavi adulto), Mauricio Dayub (Roberto), Viviana Saccone (Ana).
Puntuación: 7/10
Género: Drama
Países: España, Argentina, Uruguay
Duración: 84 min.
Año: 2008
Paisito cuenta una historia de tantas que pudieron haber sucedido en Uruguay, y es totalmente generalizable a Argentina, Chile y Brasil, el primero de los países donde se implementó el Plan Cóndor impuesto por la CIA e impulsado por el ex presidente de EEUU, Richard Nixon.
A diferencia de otras pelis que tratan la misma temática, como la chilena Machuca, la brasilera El año que mis padres se fueron de vacaciones (ambas comentadas en todas mis pelis), o la argentina Kamchatka, que se sitúan exclusivamente en el momento del conflicto; Paisito está contada en dos planos espacio-tiempo: Montevideo en el año 1973 y Pamplona, España, en la actualidad.
Xavi es la nueva contratación del equipo de fútbol Osasuna de Pamplona. En el ocaso de su carrera, llega por primera vez a la tierra de sus padres y se reencuentra con Rosana, su vecina y amiga montevideana de aquel lejano 1973. La aparición de Rosana conlleva a una revisión conjunta del pasado, intentando escudriñar cada detalle para comprender qué sucedió con sus padres, con los vecinos, con el país.
En el reencuentro se reavivan amores y odios. Atraviesan momentos de rencores, se cobran facturas pendientes y evocan el pasado con un tinte nostálgico, entre risas y complicidades. Con este recurso, Paisito narra los días de la niñez de Rosana y Xavi, previos a la dictadura, lo que provoca la división de la trama en los dos planos cronológicos antes mencionados.
A partir de ese momento, la peli se centra casi completamente en 1973, y esporádicamente recurre a injustificadas y forzadas escenas en el plano del presente.
Así que nos vamos a 1973, por cierto, Paisito cuenta con una muy buena reconstrucción de época. Xavi y Rosana pertenecen a familias que viven en casas vecinas y tienen una muy buena relación. Xavi es hijo de Manuel, un zapatero republicano que emigró a Uruguay junto a su esposa en la segunda posguerra española. Rosana es la hija del jefe de Policía de Montevideo, Roberto, casado con una pretenciosa mujer de alta alcurnia, Ana.

Ante el miedo y las presiones constantes de Ana, las familias deciden enviar a los niños a las afueras de Montevideo como manera de protegerlos, donde Xavi y Rosana afianzan su relación y se involucran sentimentalmente para siempre.
Lo más rescatable de Paisito es que aborda los momentos previos al golpe de estado desde la visión de éstos dos niños y sus familias, que no se encuentran en posiciones políticas antagónicas, evitando caer en el estereotipo de buenos y malos, un tanto repetido en películas de temáticas similares.
Manuel, el padre de Xavi, hostigado por un pasado de muerte y terror a raíz del régimen franquista, prefiere abstenerse de participar en política; y por otro lado, Roberto, si bien tiene formación militar, respeta y cree en las instituciones democráticas, a diferencia de la mayoría de sus colegas.
Dos posiciones que retratan como muchas personas sin ninguna intencionalidad política, quedaron en medio de un clima polarizado que fue arrastrando a unos y a otros a posiciones más radicalizadas.
Quizás éste sea uno de los motivos causantes de que la mayoría de la sociedad, conformada por personas que tenían una posición un tanto indiferente ante lo que sucedía, se transformó en cómplice avalando con su silencio la tortura, desaparición y muerte de miles de personas.

En este sentido, en los diálogos de Paisito se incorporan algunos hechos históricos a modo de preámbulo del terrible desenlace dictatorial, aunque difícilmente un espectador no interiorizado con la historia uruguaya pueda reconocer de que se habla.
Un ejemplo es el Pacto Boiso Lanza, celebrado en 1973 entre el ex presidente y dictador Juan María Bordaberry (electo en 1971 por el Partido Colorado en elecciones fraudulentas, hecho recientemente reconocido por la CIA) y la cúpula militar, que otorgaba a los militares injerencia y poder casi completo sobre las instituciones democráticas.
Los antecedentes de este pacto pueden encontrarse en la creación del Estado Mayor Conjunto (EsMaCo) o el nombramiento de militares en ministerios y puestos públicos impulsados desde principios de los 70s por el ex presidente (también perteneciente al Partido Colorado) Jorge Pacheco Areco.
Los políticos opositores y la sociedad apenas advertían el peligro de la creciente injerencia en la política de los cuadros militares, el desprecio por la democracia, el discurso repetido que atribuía al sistema democrático defectos propios de los hombres.
Todos los golpistas contaron, y aún hoy cuentan, con la silenciosa y asquerosa complicidad de gran parte de la sociedad, lo que la hace también responsable del golpe de estado de junio de 1973.

Ya se planteó la derogación de esta ley en un plebiscito realizado el 16 de abril de 1989 (voto verde y voto amarillo) dónde lamentablemente no se alcanzaron los votos.
Suena increíble que permanezca vigente una ley que contradice uno de los principios más sagrados de cualquier república democrática: la justicia es un poder independiente, la ley debe ser aplicada para todos por igual.
Un poco decepcionado he leído algunas encuestas que arrojan cifras desalentadoras.
Los números reflejan que no se estaría llegando al 50%+1 de los votos necesarios para derogar ésta Ley.
Quizás consecuencia de la poca difusión, en parte gran responsabilidad de todos los políticos que prefieren hacer campaña para obtener una banca en el congreso; o quizás tenga que ver con una idea que ha sido instalada por la derecha más reaccionaria; la misma que dió el golpe en el '73 encabezado por el Partido Colorado y Juan María Bordaberry; que consiste en plantear este tema como una especie de revanchismo, una mirada innecesaria hacia el pasado que aviva rencores y odios; utilizando así la falsa contraposición entre futuro constructivo y pasado vengativo.
Yo creo que es imposible construir algo sobre éstas bases de injusticia consagradas como ley. Examinar y comprender el pasado implica revisar actitudes, asumir responsabilidades, reconocer errores y aciertos; y es la única forma que tenemos como sociedad y como individuos de no volver a tropezar con los mismos escollos.
Por otro lado, mirar la historia no implica no avanzar y no construir, como suelen repetir algunos de nuestros políticos, sino que por el contrario, la anulación de esta vergonzosa ley daría por terminado un pasado nefasto de nuestra historia.
Trailer de Paisito
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