domingo, 27 de febrero de 2011

La marcha sobre Roma

Título original: La marcia su Roma
Dirección: Dino Risi
Guión: Ghigo De Chiara, Sandro Continenza, Agenore Incrocci, Ruggero Maccari, Furio Scarpelli, Ettore Scola.
Interpretación: Vittorio Gassman (Domenico Rocchetti), Ugo Tognazzi (Umberto Gavazza), Roger Hanin (capitán Paolinelli), Mario Brega (Mitraglia), Antonio Cannas (Zafreghin), Angela Luce (la contadina), Gerard Landy (Bellinzoni)
Puntuación: 8/10
Género: Comedia
País: Italia
Duración: 94 minutos
Año: 1962

El ascenso del fascismo
La entrada anterior de tmp, Vincere, muestra tras la historia de Ida Dalser (una de las amantes de Benito Mussolini con la cual habría tenido un hijo), la mutación ideológica del Duce con su consecuente abandono de las filas socialistas y la fundación del Partido Fascista, así como también algunos rasgos distintivos de su personalidad, como la ambición por el poder, su particular carisma, su fuerte convencimiento y su lucha constante por imponer sus ideas.

Tal como se reseñó en el comentario de Vincere, el fascismo cuenta con un cuerpo ideológico que data desde principios de siglo XX, y conjuga diversas tendencias (nacionalismo, revisionismo marxista y futurismo), independientemente de la emergencia de Mussolini como líder; sin embargo, fue la figura de éste, un elemento determinante a la hora de sintetizar las distintas corrientes, y dar forma a un partido cuyo programa inicial de 1919 resulta tan revolucionario como sorprendente. Con el Duce escindido recientemente del partido socialista y aún fuertemente influido por las tendencias marxistas que integraban el movimiento, fascista, el programa presentado para las elecciones tuvo un claro tinte socialista. Se pueden chequear las principales propuestas siguiendo este link.
Conviene situarnos espacial y temporalmente para comprender mejor la trama de La marcha sobre Roma. En la ciudad de Milan en 1919 aún resuenan los ecos de la primera guerra mundial donde el discurso de la "victoria mutilada" cuestionaba seriamente los escasos beneficios territoriales obtenidos por Italia luego de participar del lado del bando ganador y cobraba cada vez más adeptos. Por otro lado, la crisis económica golpeaba fuertemente en el nivel de vida de los sectores medios y bajos, a la vez que se acrecentaba la ola de huelgas y las tomas de fábricas por parte de una clase obrera que apreció la plausibilidad de la revolución proletaria a partir de la experiencia bolchevique de 1917.
En este contexto la clase política tradicional aparecía cada vez más desprestigiada, no pudiendo siquiera asegurar algunos pilares básicos constitutivos del sistema demócrata liberal que se había impuesto sobre la monarquía a fines del siglo XIX en varias naciones europeas. Me refiero fundamentalmente a la propiedad privada de los medios de producción y de las tierras, fuertemente amenazados ante el avance de la colectivización promovida por el socialismo; y también al mantenimiento del orden, al respeto por la ley y la seguridad ciudadana a cargo de los aparatos represivos estatales que ya no lograban frenar las acciones de los sindicatos y de la clase obrera en general.
Ya en el comienzo de La marcha sobre Roma, vemos como Doménico (interpretado Vittorio Gassman), uno de los protagonistas de la película, rápidamente se pliega al movimiento fascista. Mientras vaga por las calles de la ciudad, aquel desocupado se topa con capitán Paolinelli, jefe de su regimiento durante la Primera Guerra Mundial. Doménico es cooptado por el capitán, quién lo compromete a participar del movimiento; lo convence, almuerzo mediante, con el atractivo programa inicial del partido. Inmediatamente aparece en un acto proselitista, en las afueras de Milan de cara a las elecciones de 1919, donde se produce un enfrentamiento entre fascistas y socialistas, hecho bastante frecuente por esos años. Doménico huye de la reyerta y en su trayecto encuentra a Umberto (Ugo Tognazzi), el otro protagonista de la película. Ambos poseían un pasado común, habían sido compañeros en el mismo frente de batalla, y también compartían un presente plagado de penurias económicas, sin empleo y sin perspectivas favorables.
En un principio Umberto se muestra reacio ante la invitación de Doménico para sumarse al movimiento, pero basta con que éste le acerque el programa para que, a través de los puntos que clamaban por la repartición de las tierras y la abolición de la corona, se sume al fascismo.
Éstos compañeros inseparables, Doménico y Umberto, integran nuestra pareja fascista,protagónica, dos estereotipos del italiano medio de aquella época, representantes de una sociedad que mezclaba aspectos de campo y ciudad. Doménico, de origen urbano, cuenta con una personalidad vivaz, es muy simpático, charlatán y un tanto holgazán; mientras que Umberto, de origen rural, representa a un personaje más apegado a valores tradicionales, siente un gran respeto por la familia, la religión y el trabajo. Justamente estas características harán que Umberto se mantenga en una postura expectante y vigilante respecto de los puntos propugnados en el programa fascista, desdeñados a medida que avanza la historia a raíz de las alianzas que, luego del fracaso electoral de 1919, la cúpula del partido teje con ciertos sectores de la derecha más rancia y reaccionaria.
Doménico y Umberto conforman una pareja despareja, clásico recurso humorístico, donde el dúo de personajes opuestos llenan de ironía cada diálogo y cada escena de la película. Pero también, tras estos simpáticos personajes cuya filiación política parece mas bien inexistente, subyace la manera en que el fascismo aprovechó la coyuntura social y económica de la Italia de posguerra para acercar al movimiento a un cúmulo de personas distantes en lo cultural e ideológico de los principios propuestos inicialmente por el partido. Es así como oportunistas, desclasados, apolíticos, etc. fueron atraídos por una propuesta moderna, vigorosa, vanguardista, y sobre todo, opuesta tanto a los rojos comunistas, como a los viejos y decadentes partidos liberales que habían gobernado la nación sumiéndola en una profunda crisis social, cultural y económica.

Por otro lado, también llegaron al partido excombatientes, mano de obra desocupada de la primera guerra atraídos por el fuerte tono nacionalista del programa y por el discurso que reivindicaba a aquellos hombres que valientemente habían dado el triunfo a Italia, y ahora se encontraban casi en la carestía. Estos grupos, representados en la película por el personaje Mitraglia, fueron los que dieron al movimiento su tono militar y sus rasgos violentos, creando los squadrisiti, portadores de su clásico atuendo distintivo: camisa negra con calaveras y gorro negro. Umberto y Doménico forman parte de esta agrupación paramilitar, casi sin querer y sin percatarse se encuentran marchando hacia Roma para reclamar al rey (Víctor Manuel III) el nombramiento de Mussolini como primer ministro.
En el periplo hacia la capital los protagonistas atraviesan varias situaciones, todas ellas retratadas con una buena dosis de humor, donde se aprecia cómo el accionar fascista resultó facilitado por la absoluta connivencia del aparato represivo estatal, que les otorgaba libertad para amedrentar, torturar y matar a todos aquellos considerados antifascistas. Esta complacencia se debió en parte a que las fuerzas represivas poseían muchos miembros comunes con los squadrisiti, y también gracias a un adversario común, el socialismo.

Es muy importante una escena donde comienza a producirse el punto de inflexión que llevará a la pareja a abandonar definitivamente el movimiento. Se trata del momento en el que ambos, en soledad, deben comportarse como genuinos fascistas, castigando a un viejo juez que un tiempo antes los había juzgado por una trifulca callejera con los socialistas: el profesor Bellinzoni.
Cuando Doménico y Umberto irrumpen en el hogar del veterano, éste los sorprende atendiéndolos con mucha amabilidad, de manera respetuosa y educada. Comprende rápidamente la intención de la visita y sin necesidad llegar a la agresión física toma el aceite de ricino (el castigo más leve que aplicaban los squadisiti), mientras tanto argumenta los motivos por los que repudia la ideología fascista. Se produce aquí la escena con mayor carga de tensión de la película. Estupefactos y avergonzados, los agresores se marchan pacíficamente del hogar del indefenso anciano, que minutos antes había descargado sobre ellos algunos conceptos que permanecerían resonando en sus cabezas; y por qué no, palabras que también quedan golpeando en la conciencia del espectador: “Cuando el fanatismo sustituye a la razón el camino está lleno de engaños ….uno cree amar su propia patria sólo si ésta patria es un país donde todos piensan igual. Y por eso acaba amando una patria de esclavos, y no se da cuenta de que él mismo es un esclavo”.
Es Umberto el que a partir de este episodio y éstas palabras, un tanto aleccionadoras, comienza a cuestionarse sobre la naturaleza del movimiento del que participa. Sin embargo, Doménico parece estar más decidido y tener una postura más firme y favorable hacia el fascismo, cree que la pertenencia al grupo ha sacado a ambos del pozo en que se encontraban sobre el fin de la guerra, los ha colocado en el centro de un movimiento político moderno, donde se sienten escuchados y entendidos. Estos sentimientos de Doménico para con el movimiento pueden extenderse a una capa de la sociedad que se encontraba marginada en los años de posguerra y que pedía a gritos mayor participación en la vida social, cultural y política de la nación. El fascismo transformó a esos olvidados en hombres, les dio voz y participación, algo que no habían encontrado en ningún otro espacio de la sociedad: “Un hombre necesita sentirse fuerte, sentirse alguien … es por eso que me gusta el fascismo” le dice Doménico a Umberto.

El director Dino Risi, utiliza la comicidad y el humor para decir las verdades más duras y mostrar que el fascismo no fue un fenómeno inevitable; recalca la responsabilidad que le correspondió a la clase política de aquella época, algo que queda totalmente plasmado en la última escena de la película a través del diálogo irónico que mantiene el rey con un alto dirigente. El sistema político intentó absorber al movimiento fascista, institucionalizarlo tal como había hecho con ciertos izquierdistas devenidos en "reformistas", incorporarlos al sistema para debilitarlos y eliminar cualquier vestigio violento y revolucionario. Sin embargo, el fascismo, a pesar de haberse mostrado como un partido político respetable y conservador (lo cual no fue más que una estrategia para ganar respeto y módicas colaboraciones de los grandes burgueses y aristócratas), poseía un proyecto alternativo de sociedad, que buscaba subvertir el orden establecido, y que pronto desecharía a los dirigentes que habían posibilitado su ascenso; dirigentes a los que corresponde al menos el adjetivo de ignorantes, porque no consideraron seriamente el proyecto de país que proponía el fascismo; un proyecto revolucionario que clamaba por la modificación total de las relaciones sociales, aspirando a una participación activa, duradera y comprometida de las grandes masas.
Pronto, el régimen fascista intentaría deshacerse de aquellos hombres e instituciones que representaban la sociedad moderna y liberal (el parlamento, el régimen republicano, los organos estatales); así como también de las viejas estructuras que aún pervivían desde épocas monárquicas, y que en Italia tenían una gran influencia y tradición, como la iglesia, los señoríos rurales y la corona.

Fragmentos de La marcha sobre Roma




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