Título original: Der Name der RoseDirección: Jean-Jacques AnnaudGuión: Novela de
Umberto Eco.
Interpretación: Sean Connery,
Christian Slater, Michael Lonsdale, F. Murray Abraham, Ron Perlman
Puntuación: 8/10
Género: Drama
Países: Italia, Francia y Alemania
Duración: 126 min
Año: 1986
Cuando hace poco cursé una materia que trata sobre epistemología (disciplina que estudia el conocimiento científico), realicé un ejercicio de práctica donde se mencionaba el libro
El nombre de la rosa, escrito por el semiólogo y novelista italiano
Umberto Eco. En la consigna del ejercicio se explicaba cómo el autor de la novela había introducido varios guiños en su obra relativos a la semiótica (estudio de los signos, su estructura y la relación entre significante y significado) y su historia. De hecho, la resolución de un acertijo que puede relacionarse con la semiología es la clave para el desenlace de la historia.
El personaje protagonista de la obra es William de Baskerville (interpretado por
Sean Connery), una clara alusión a
William de Ockham, un célebre monje y filósofo franciscano inglés que vivió en el siglo XIV y que es considerado por muchos el padre de la epistemología moderna. Entre sus trabajos más conocidos se encuentra el famoso principio llamado "
La navaja de Ockham", que pregona en su versión más simplificada que han de preferirse las teorías más simples a las más complejas, o sea, indica que las explicaciones nunca deben multiplicar las causas sin necesidad.
Como dijimos,
William de Ockham fue un monje franciscano. La Órden Franciscana, que había sido reconocida por la Iglesia unos pocos años antes del momento en que está situada la obra, es una órden mendicante. Esto significa que sus miembros hacen voto de pobreza, renuncian a todo tipo de propiedades o bienes, ya sean personales o comunes. Viven mantenidos sólo por la caridad.
William de Ockham (y también el protagonista de la obra William de Baskerville) había entrado en una fuerte controversia con la cúpula papal al cuestionar el derecho de propiedad como parte del derecho natural. En general, el pensamiento de
William de Ockham apuntaba a desmontar la estructura jerárquica de la Iglesia eliminando el papel del clero como intermediario entre Dios y los hombres. Es más, ponderaba la intelectualidad y la ciencia como medios para conocer la verdad y explicar el mundo. Evidentemente, estas ideas le valieron la acusación de hereje, motivo por el cual huyó hacia Alemania antes de conocerse el dictamen final del tribunal de inquisidores.

En la historia contada por
Umberto Eco, varias personas representando tanto al cuerpo papal (por entonces radicado en Aviñón, Francia) como a la Órden Franciscana, acuden a una abadía (monasterio) en el norte de Italia para realizar un debate en el que se discutiría el rol de la Iglesia y la postura a tomar como institución respecto a la acumulación de la riqueza.
Está claro que a lo largo de la historia ha tenido una victoria rotunda la parte que creyó desde siempre que la Igesia debía ser rica, ¡y vaya qué riqueza!, con todos esos viejos viviendo en el estado más rico del mundo, El Vaticano, lejos de la gente y la realidad, en sus palacios que no son más que templos de ostentación. Y me muerdo la lengua (o me ato los dedos) para no hablar (o escribir) de política, donde el rol que ha tenido la Iglesia como institución ha sido sencillamente nefasto (¡Ah! y también voy a evitar tocar el tema de la pedofilia).
Bueno pero ya me fui del tema, volvamos a la peli. Decíamos que acudían a la abadía varias personas que ocupaban puestos religiosos relevantes, entre las que se encontraba
William de Baskerville. Cuando nuestro protagonista arriba acompañado con su joven discípulo Adso de Melk (
Christian Slater), el abad del establecimiento (algo así como la persona que "gobierna" el monasterio) le informa sobre una misteriosa muerte, y conociendo la agudeza e inteligencia de William, le requiere ayuda para develar el misterio. En medio del estupor generalizado de los monjes, suceden dos terribles crímenes más, atribuídos por la gran mayoría a una fuerza diabólica.
William de Baskerville, convertido en una especie de Sherlock Holmes, descubre que las personas muertas tienen un rasgo en común: están interesados en el mismo libro y mueren a causa de él.
Y ese libro no es un libro cualquiera, es el segundo tomo de la obra "
Poética" de
Aristóteles. Esta obra estaba compuesta por dos libros: el primero dedicado a la tragedia y el segundo a la comedia. Este último perdido misteriosamente desde la Edad Media. Nada se sabe de él hasta el día de hoy. El libro ausente muestra a un
Aristóteles distinto al apropiado por la doctrina oficial de la Iglesia. Se torna peligroso para la Teología descubrir que el autor "mira la tierra antes que el cielo" y defiende prácticas y costumbres que para la Iglesia de aquel entonces eran señales heréticas.
Umberto Ecco dota a la trama de la novela de ribetes de thriller policial y de suspenso. El director
Jean-Jacques Annaud evita las descipciones históricas y contextuales que abundan en el libro y exalta el misterio, logrando así que la película transcurra con una fluidez que evidentemente no podemos esperar en el libro.
De todas maneras, tanto la novela como la peli giran siempre en torno a un tema central: el ocultamiento de la verdad, el totalitarismo y la imposición de un único modo de pensar. La visión de que todo intento de racionalidad o todo cuestionamiento a las normas divinas constituyen herejías que deben ser penadas con asesinatos ejemplificadores.
Al fin y al cabo, el objetivo de la Iglesia siempre ha sido mantener de alguna forma un regimen, una forma de pensar, que desde la Edad Media han permitido una acumulación de riquezas que probablemente sea la mayor ostentada por institución alguna. Y esto es más grave aún en América Latina, donde la doctrina católica y sus derivadas mantienen millones de fieles sumisos ante la amenaza de la vigilancia de un Dios que carga a los creyentes un poco descarrilados con su lista de retrógrados, hipócritas y absudros pecados.
Ese aparato te invita a morir y te reduce a lo simple de nunca sufrir
Y es así: o te rebelás o te consumís cerrando los ojos, no sirve aplaudir
La hora del miedo, parece llegar y aquí no vale pensar
El señor, La Vela PuercaPero lo más interesante de
El nombre de la rosa es que nos deja pensando, al menos a mi me sucedió eso, y llevó a que reflexione sobre tanta información histórica que nos regala
El nombre de la rosa intentando relacionarla con la actualidad.
Mientras escribía este texto y buscaba info sobre la Órden de los Franciscanos, me preguntaba si en la actualidad ese grupo seguiría obrando con la austeridad y la coherencia de la época descripta en la historia. Y la verdad que no lo sé. Será que los Franciscanos siguen pensando que la iglesia debe estar al lado de los pobres y los oprimidos, integrando a los marginados, ayudando y colaborando con los que más necesitan en lugar de estar al lado de los opresores y avalar sus prácticas. Pensaba también en figuras como el padre
Enrique Angelelli o el sacerdote
Carlos Mugica, o en doctrinas como la
Teología de la Liberación o el
Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo ¿ellos tendrían algo que ver con los Franciscanos? Busqué, pero no encontré ninguna relación. ¿Se habrá desdibujado esta Órden absorbida por el "establishment" del clero?
También pensaba sobre el tema del ocultamiento y la destrucción de la información. Es claro que en la Edad Media la Iglesia conecentraba el poder absoluto sobre todas las actividades humanas, pero en particular pensé en la información, un tema de moda por estos días puesto en el tapete por
la Ley de Medios Audiovisuales promulgada en Argentina. Pensaba por qué si hoy condenamos sin dudar el ocultamiento de información, la destrucción de libros, manifiestos, el asesinato de pensadores, etc., realizados por el monopolio de la Iglesia en la Edad Media y su Santa Inquisición; y es universalmente aceptado que gracias a estas conductas la Edad Media se transformó en una época oscura, chata, donde la humanidad se atascó; entonces por qué no podemos también condenar hoy día los monopolios mediáticos informativos. Por qué no aprendimos que es buena la diversidad de opiniones, que en la disidencia se construye. Por qué no sabemos que ocultar información es mentir y si lo hace un medio de comunicación, es censurar.
Falta el espiritu crítico. Faltan las posturas cuestionadoras, la irreverencia. Actitudes que nos hicieron avanzar como humanidad, como sociedad. Su carencia no hace más que delatar la realidad de un mundo cada vez más desigual y frívolo, con nuestra asquerosa condescendencia.
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